No existe ninguna definición científica ni legal de la palabra «superalimento» y los publicitarios y los medios de comunicación podemos usarla a nuestro libre albedrío.
En general, son alimentos exóticos que la mayoría del público no conoce o está poco familiarizado con ellos. A menudo son semillas, bayas o productos desecados y en forma de polvo que se añaden en pequeñas cantidades a batidos, zumos, ensaladas o cualquier receta para mejorar su aporte nutricional y sus beneficios para la salud.
Pero también podemos llamar así a nuestras queridas lentejas de toda la vida si nos interesa destacar sus enormes virtudes, porque las tienen.
Probablemente muchos de los actuales superalimentos exóticos se convertirán en normales con el tiempo. Lo prueba la historia: el primer superalimento (superfood) fue la banana. Alguien escribió en 1900 sobre las ventajas de «un alimento aislado por la naturaleza en un envoltorio a prueba de gérmenes».
Por otra parte, conviene distinguir los superalimentos de los alimentos funcionales, pues a menudo son confundidos. Los funcionales se caracterizan porque los fabricantes les añaden nutrientes para justificar determinados efectos beneficiosos sobre la salud. En cambio a los superalimentos no se les agrega nada, ni nutrientes, ni aditivos.
Además a menudo se presentan crudos y proceden de la agricultura ecológica. Por eso gustan a las personas que confían en las ventajas de la alimentación natural.
La lista de superalimentos que han llegado ya es extensa: en ella se encuentran arándanos, aceite de coco, ajo negro, açaí, aronia, azúcar de coco, baobab, bayas goji, cacao puro, camu-camu, chlorella, chía, cúrcuma, espirulina, hierba de trigo, kale, kuzu, lúcuma, maca, mangostán, matcha, mesquite, moringa, noni, semillas de cáñamo, zumo de granada.
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